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ISSN 1989-4163

NUMERO 07 - NOVIEMBRE 2009

 

Madera de Viejo Nogal

Gilda Manso

Y la victoria crecerá despacio, como siempre han crecido las victorias (Mario Benedetti).

No es que la muerte sea una victoria, no se trata de eso. No puedo ver a la muerte como una victoria. Tampoco es que yo la llore como la llora su gente, nunca fui fanática de Mercedes Sosa, pero no es eso lo que importa. No importo yo y no importa su gente, al menos no en este texto puntual.

La victoria es el tiempo. Es el agua que corrió bajo el puente, es la lluvia que empapó todo desde, como canta Sabina, aquel chaparrón hasta hoy. La victoria es su resistencia, la coherencia en su discurso de siempre, la sensación de libertad que deja y que dejó. Cantar lo que no se puede cantar es un claro ejemplo de libertad. De ovarios bien puestos y de libertad. Ser exiliada, ser expulsada, ser amenazada, por cantar lo que no se puede cantar es, aunque suene extraño, otro claro ejemplo de libertad.

Porque imagino que habrá tenido la opción de replegarse, de cantar canciones inofensivas, de fotografiarse, sonriente, junto a los tiranos de turno, de meterse en el caparazón del no-cuestionamiento, de nunca decir no estoy de acuerdo; habrá tenido todas esas opciones, imagino, y no las utilizó. Lo que sí utilizó fue su derecho, su temerario derecho, de cantar cosas como gracias doy a la desgracia y a la mano con puñal, porque me mató tan mal y seguí cantando, por ejemplo. Y lo utilizó cuando los derechos eran un sueño inalcanzable, un motivo para el dolor; cuando las palabras eran, más que siempre, armas de doble filo, que te mataban (injusta y definitivamente, no tan mal como la mano con puñal de la canción) o te exiliaban. Y la exiliaron, e imagino que quienes la exiliaron (los humanos, no las palabras) pensaron que también eso era definitivo, que el triunfo era de ellos, que el tiempo no podía traer la derrota. Porque el tiempo es la victoria, pero no lo fue para ellos.

Ellos, que ahora deben estar tan viejos como ella, tan físicamente débiles como ella, tan cerca de la muerte (que no es victoria, y seguro empiezan a entenderlo) como lo estuvo ella, deben contemplar el tributo del mundo y no deben entender. O, mejor aún (mi optimismo y mi ingenuidad son tenaces), sí entienden. Deben ver el llanto de todos, el grito de todos, el desgarro de todos, el homenaje y las loas de todos. Deben observar que más de un país remoto y ajeno pone su muerte, la muerte de ella, como noticia de tapa, y deben escuchar que las personas (artistas, anónimos, presidentes en democracia) lamentan su muerte, y que el lamento parece sincero. Y también ven que muchos utilizan su muerte, la muerte de ella, como algo de donde colgarse. Y eso (no sé si lo llegarán a captar) también es la victoria. Porque ella fue tabú, y ahora es orgullo.

Y ella está muerta pero victoriosa. Y ellos, que están vivos pero viejos, débiles y moribundos, tal vez empiezan a comprender.


 
 

Mercedes Sosa

 

@ Agitadoras.com 2009